Los hombres con disfunción eréctil tendemos a evitar hacer el amor. Un error que sólo agrava nuestro problema de impotencia y retrasa su cura.
Cuando sufrimos algún tipo de trastorno sexual (no sólo una disfunción eréctil, también cuando tenemos trastornos de orgasmo o eyaculación precoz), solemos intentar distanciar e incluso evitar las relaciones amorosas.
Es una reacción natural y hasta cierto punto lógica: puesto que tenemos problemas, lo más razonable es evitar este conflicto. Algunos incluso podemos intentar recubrirlo de una cierta comprensión a nuestra pareja: queremos evitarle la situación incómoda que se produce cuando después de los prolegómenos nuestro aparato es incapaz de finalizar la tarea.
Es un error. Si padecemos de disfunción eréctil, si tienes impotencia, lo último de que debemos hacer es dejar de mantener relaciones.
Las cuestiones habituales serán:
Primero debemos conocer los beneficios que aporta la práctica regular de relaciones sexuales a nuestro organismo:
Según un estudio elaborado por Boston Medical Group, los hombres que practican sexo con regularidad (tres o más veces por semana) se ha demostrado que tienen hasta cuatro veces menos probabilidades de padecer de impotencia o disfunción eréctil.
Este estudio se fundamenta en los tres beneficios principales de la relación sexual:
Aunque, para algunos, los beneficios anteriores sean como una broma de mal gusto, un recordatorio de aquello que se están perdiendo, la realidad es que no se están mostrando para desmoralizar a nadie sino para mostrar que podemos utilizarlos para curar nuestra impotencia.
Estamos en una pescadilla, un pez que se muerde la cola y no encuentra fin: puesto que tenemos una disfunción eréctil, nuestra impotencia nos avergüenza y evitamos tener relaciones sexuales; puesto que no tenemos relaciones, nuestro cuerpo se atrofia, deja de producir testosterona y sustancias que limitan nuestra ansiedad y estrés; puesto que no tenemos estas sustancias, nuestros niveles de ansiedad y estrés se disparan y nuestra lívido (nuestras ganas de nuevas relaciones) se hunden hasta casi extinguirse; puesto que nuestros problemas se disparan, cada vez tenemos un mayor impacto en nuestra disfunción eréctil, cada vez es mayor nuestra impotencia, con lo que cada vez tendemos a distanciar más nuestras relaciones;...
Debemos salir de esta situación y, para ello, debemos volver a tener relaciones sexuales.
Pero, ¿cómo lo haremos?.
Cuando tenemos un problema, la mejor manera de superarlo es afrontarlo. Cuando tenemos miedo al agua, las playas, las piscinas, etc., debemos vencer este miedo y, para ello, una buena técnica es la de la exposición: debemos ir a donde nos asusta y hacer aquello que nos atemoriza. Pero eso no quiere decir que debamos tirarnos a una piscina llena de agua (mucho más si no sabemos nadar), dependiendo de nuestro estado utilizaremos técnicas de aproximación más o menos rápidas.
En el caso que nos atañe, cuando estamos intentando curar nuestra impotencia, la solución va a residir precisamente en hacer aquello que nos avergüenza. Vamos a tener que hablar con nuestra pareja y exponerle la situación. Vamos a tener que contar con el apoyo y la comprensión de nuestra pareja para comenzar sin prisa pero sin pausa el camino de nuestra recuperación.
Para resolver esta impotencia que nos atenaza, para vencer la disfunción eréctil, debemos comenzar por entender que la relación sexual no es sólo penetración, que existen juegos, cortejos previos, caricias que aumentan nuestra lívido y, para ello, debemos contar con la colaboración de nuestra pareja en implicarse en actividades que nos ayuden a romper el circulo en el que estamos inmersos.
Debemos aprender otra vez a mantener relaciones para curar nuestra impotencia.
Es una reacción natural y hasta cierto punto lógica: puesto que tenemos problemas, lo más razonable es evitar este conflicto. Algunos incluso podemos intentar recubrirlo de una cierta comprensión a nuestra pareja: queremos evitarle la situación incómoda que se produce cuando después de los prolegómenos nuestro aparato es incapaz de finalizar la tarea.
Es un error. Si padecemos de disfunción eréctil, si tienes impotencia, lo último de que debemos hacer es dejar de mantener relaciones.
Las cuestiones habituales serán:
- ¿Cómo voy a practicar sexo si tengo impotencia?
- ¿Cómo voy a implicar a una mujer si estoy seguro de que, con mi impotencia, no voy a poder satisfacerla?
- ¿Cómo va a ayudar a mi impotencia y a su cura el recordarme con hechos el que sufro de disfunción eréctil?
Practicar sexo como cura de la impotencia
Primero debemos conocer los beneficios que aporta la práctica regular de relaciones sexuales a nuestro organismo:
Según un estudio elaborado por Boston Medical Group, los hombres que practican sexo con regularidad (tres o más veces por semana) se ha demostrado que tienen hasta cuatro veces menos probabilidades de padecer de impotencia o disfunción eréctil.
Este estudio se fundamenta en los tres beneficios principales de la relación sexual:
- Al mantener relaciones con regularidad se mejora la elasticidad de las arterias y de los cuerpos cavernosos de nuestro pene (ponemos al miembro “en forma”) y se favorece la activación y buen funcionamiento del sistema cardiovascular (el pene es un órgano que funciona como un globo que llenamos de sangre para que se ponga en erección). En resumen al practicar relaciones con frecuencia estamos preparando físicamente a nuestro cuerpo para mantener nuevas relaciones.
- Aumento en la producción de testosterona; esta hormona es la principal hormona sexual masculina, está implicada en muchos de los procesos que tienen que ver con el desarrollo sexual pero, a los efectos de este artículo, es la hormona que va a encargarse de aumentar nuestro deseo de mantener nuevas relaciones – A más relaciones mayor deseo de mantener otras: aumento de la lívido -.
- Esta bitácora está dedicada al tratamiento y la cura de la impotencia, centrándonos en especial en la impotencia psicológica: Con la práctica regular de las relacione sexuales, está demostrado que se reduce la producción de las hormonas implicadas en provocar la ansiedad y el estrés, que son precisamente los dos trastornos psicológicos implicados con mayor frecuencia en los problemas de impotencia o disfunción eréctil.
Aunque, para algunos, los beneficios anteriores sean como una broma de mal gusto, un recordatorio de aquello que se están perdiendo, la realidad es que no se están mostrando para desmoralizar a nadie sino para mostrar que podemos utilizarlos para curar nuestra impotencia.
Estamos en una pescadilla, un pez que se muerde la cola y no encuentra fin: puesto que tenemos una disfunción eréctil, nuestra impotencia nos avergüenza y evitamos tener relaciones sexuales; puesto que no tenemos relaciones, nuestro cuerpo se atrofia, deja de producir testosterona y sustancias que limitan nuestra ansiedad y estrés; puesto que no tenemos estas sustancias, nuestros niveles de ansiedad y estrés se disparan y nuestra lívido (nuestras ganas de nuevas relaciones) se hunden hasta casi extinguirse; puesto que nuestros problemas se disparan, cada vez tenemos un mayor impacto en nuestra disfunción eréctil, cada vez es mayor nuestra impotencia, con lo que cada vez tendemos a distanciar más nuestras relaciones;...
Debemos salir de esta situación y, para ello, debemos volver a tener relaciones sexuales.
Pero, ¿cómo lo haremos?.
Cuando tenemos un problema, la mejor manera de superarlo es afrontarlo. Cuando tenemos miedo al agua, las playas, las piscinas, etc., debemos vencer este miedo y, para ello, una buena técnica es la de la exposición: debemos ir a donde nos asusta y hacer aquello que nos atemoriza. Pero eso no quiere decir que debamos tirarnos a una piscina llena de agua (mucho más si no sabemos nadar), dependiendo de nuestro estado utilizaremos técnicas de aproximación más o menos rápidas.
En el caso que nos atañe, cuando estamos intentando curar nuestra impotencia, la solución va a residir precisamente en hacer aquello que nos avergüenza. Vamos a tener que hablar con nuestra pareja y exponerle la situación. Vamos a tener que contar con el apoyo y la comprensión de nuestra pareja para comenzar sin prisa pero sin pausa el camino de nuestra recuperación.
Para resolver esta impotencia que nos atenaza, para vencer la disfunción eréctil, debemos comenzar por entender que la relación sexual no es sólo penetración, que existen juegos, cortejos previos, caricias que aumentan nuestra lívido y, para ello, debemos contar con la colaboración de nuestra pareja en implicarse en actividades que nos ayuden a romper el circulo en el que estamos inmersos.
Debemos aprender otra vez a mantener relaciones para curar nuestra impotencia.