No todo lo que oímos es verdad. Si bien la impotencia es un problema traumatizante para quien lo sufre no creamos los mitos que se han formado entorno a ella.
Si visitas esta página es porque sufres de impotencia (disfunción eréctil), tienes problemas para tener o mantener una erección y su origen es psicológico, esto es: no existe una causa física que esté produciendo esa impotencia sino que se debe a un problema mental, bien sea un periodo de mayor nerviosismo, estrés, un tiempo de decaimiento o no sabemos bien qué.
El problema está en que la impotencia es un problema estigmatizante, esto es, crea marcas en quien la padece, es un problema socialmente “mal visto” y, esta percepción, hace que sea un problema que tiende a tratarse e intentar resolverse en la intimidad.
En este artículo vamos a tratar sobre qué hay de verdad en esos mitos sobre la impotencia, en hasta qué punto debemos dejar que nuestro problema afecte a nuestra autoestima, de cómo no podemos permitir ahondarnos más en nuestro problema por leyendas urbanas, mitos, que no tienen nada de real.
Veamos qué hay de cierto en esos
1. El hombre impotente es menos viril.
El macho con impotencia es menos macho.
Primero debemos definir qué es la virilidad, debemos entender que un hombre es hombre no solo por el hecho de satisfacer sexualmente a su pareja sino por otros muchos rasgos. Sí, no seamos prehistóricos, nuestras parejas nos eligieron (o nos elegirán) no por nuestra manera de satisfacerlas en la cama sino por otras cualidades como el nivel de protección, el nivel de confianza, el compañerismo, etc.
Es cierto que con nuestro problema de disfunción eréctil tenemos más problemas a la hora de satisfacer sexualmente a nuestra pareja – destacamos; más problemas, lo que no indica que no podemos hacerlo, para eso está la imaginación y buscar métodos alternativos en tanto en cuanto superamos nuestra crisis -, pero eso no nos hace menos viriles. La virilidad la demostraremos cuando haya problemas serios y un hombre tenga que demostrar que lo es.
2. La impotencia es un problema asociado a la edad.
¿Ser mayor es igual a padecer impotencia?, la respuesta es definitivamente NO.
Es cierto que con la edad todo nuestro cuerpo se ralentiza, nuestro metabolismo es más lento, nuestros reflejos decaen, nuestro cuerpo se hace más sensible a los cambios, etc. Es innegable que esta ralentización afecta a todos nuestros sistemas y, al sistema sexual, también: con la edad necesitaremos mayores periodos de excitación, nos haremos más “cómodos”, etc. Pero esto no quiere decir que tengamos impotencia, solo que – como en el resto de cosas – deberemos amoldarnos a nuestra nueva realidad.
Existen multitud de ejemplos de personas de avanzada edad que nunca han tenido problemas de impotencia, aunque eso sí; debemos ser conscientes que maltratar nuestro cuerpo, con una mala dienta, alcohol, tabaco, drogas, etc. Nos va a pasar una factura mucho más cara que cuando éramos jóvenes, una factura que puede afectar a nuestro miembro.
3. El hombre impotente no tiene interés sexual
Este falso mito provoca más quebraderos de cabeza de los que aparentemente debiera.
No son pocos los hombres que padecen de impotencia y, sin embargo, no pierden el apetito, el interés sexual, esto les crea un conflicto pues consideran que existe una relación causa efecto que en realidad no existe: hay hombres que no tienen interés sexual y no tienen problemas de erección y hombres con problemas de impotencia que mantienen un gran apetito sexual.
En el caso concreto de esta bitácora, la impotencia psicológica, estos dos temas sí suelen estar más relacionados, pero no como podría pensarse de que es la falta de interés sexual el desencadenante de nuestra impotencia sino al contrario, nuestra impotencia nos genera un miedo interno del que podemos protegernos bajando nuestro interés sexual.
4. La impotencia es fruto del desuso.
Tengo problemas de impotencia por no haber practicado. Esta es uno de los mitos más extendidos que existen, ni practicar mucho sexo va a hacer que estemos libres de sufrir impotencia, ni los largos periodos de abstinencia van a desencadenarla.
En el caso concreto de la impotencia psicológica, lo que sí ocurre es que el distanciar nuestras relaciones no contribuye a resolver el problema ni el forzar encuentros - condenados al fracaso – van a mejorarnos sino todo lo contrario.
5. La masturbación produce impotencia.
Un mito tan falso como el que reza que si te masturbas se te cae el miembro a trozos.
Masturbarse no sólo no produce impotencia sino que es un método que se utiliza como terapia de apoyo en la superación de algunos tipos de impotencia.
La masturbación no produce impotencia, aunque sí puede producirla los complejos de culpabilidad o vergüenza ante la pareja. Estos sentimientos pueden estar generando un conflicto en nuestra mente que sea el detonante de nuestra disfunción eréctil.
6. Impotencia y eyaculación precoz están relacionados.
Como ya vimos en nuestro artículo sobre la eyaculación precoz, esta es un problema sexual de una esfera distinta al de la impotencia.
Una persona puede padecer cualquiera de los dos trastornos de manera independiente sin que el tener uno haga que se produzca el otro o los dos simultáneamente.
7. Si tienes un pene pequeño es más probable que tengas impotencia.
Está más de demostrado que no hace falta tener un tamaño de pene grande para satisfacer a la pareja. Además del miembro, en una relación que resulte satisfactoria para la pareja, tendremos que ser capaces de crear el clima, el entorno, la atmósfera, el movimiento y un conjunto de cosas que lleve a nuestra pareja a un éxtasis sexual. Un éxtasis que sólo con un miembro grande nunca vamos a conseguir.
En el caso de las personas que tenemos un miembro pequeño, esta creencia de que no podemos satisfacer a la pareja, sí puede conducirnos a una impotencia psicológica motivada no por el tamaño de nuestro miembro sino por nuestra inseguridad de poder satisfacer.
8. El hombre sano se levanta empalmado.
En realidad esta afirmación es totalmente falsa. La erección matutina no está tan relacionada con la salud sexual como con la calidad del sueño. El no levantarnos con el miembro armado no significa que no tengamos una buena salud sexual, puede ser simplemente que no durmamos bien.
9. La impotencia hace que mi pareja no me desee.
Como hemos dicho antes, impotencia y deseo no están relacionados en una persona, mucho menos tu impotencia con el deseo de tu pareja.
El problema que sí puede darse es cuando no sabemos manejar este trastorno y cómo nos afecta a nosotros y a nuestra relación y, de esta falta de comunicación y entendimiento, es del que pueden derivarse los problemas de interés por parte de nuestra pareja.
Por ese motivo es necesario que nuestro problema de impotencia sea algo compartido, no obsesivo, algo en lo que contar con nuestra pareja para poner solución.
10. La diabetes produce impotencia.
La diabetes es un problema de regulación de insulina y esta sustancia no bien controlada puede provocar alteraciones en los vasos sanguíneos y en los nervios que tienen una implicación directa en nuestro desempeño sexual.
La diabetes es, por tanto, una enfermedad que debe estar bajo control pues si puede ser la causante de nuestra disfunción (una impotencia física, no psicológica). Aun así, ser diabético no implica tener impotencia, con un control adecuado se puede tener diabetes y una vida sexual totalmente satisfactoria.
11. Las pastillas azules son la solución.
Las pastillas azules son el gran engaño de nuestro sistema farmacéutico actual. No estamos diciendo que estos fármacos no hayan contribuido a mejorar la calidad de vida de muchos de las personas que padecen de disfunción eréctil por causad físicas.
Estas pastillas se fundamentan en conseguir un aumento del riego sanguíneo en nuestro miembro en respuesta a una estimulación, son por tanto una solución cuando tenemos un problema de comunicación pero, con el precio, de un conjunto importante de contraindicaciones.
En el caso de la impotencia psicológica esta comunicación se ha interrumpido no por problemas en el cable sino porque el emisor no está por la labor. En estas circunstancias, el recurso de las pastillas puede resultar incluso contraproducente, pues aumenta nuestra inseguridad y afianza nuestra creencia de que no podemos prescindir de ellas, nos hace dependientes. Dependientes de unas sustancias químicas que pueden poner en peligro nuestra salud en general.
Hemos intentado desmitificar la impotencia, en concreto la impotencia psicológica. Sabemos que la disfunción eréctil está afectando mucho tu calidad de vida y tu autoestima pero no eres menos hombre de lo que eras antes, no tienes la culpa de lo que te está ocurriendo y tu relación no corre peligro por tu problema sexual, aunque no por ello es un problema del que debas desentenderte.
Si visitas esta página es porque sufres de impotencia (disfunción eréctil), tienes problemas para tener o mantener una erección y su origen es psicológico, esto es: no existe una causa física que esté produciendo esa impotencia sino que se debe a un problema mental, bien sea un periodo de mayor nerviosismo, estrés, un tiempo de decaimiento o no sabemos bien qué.
En este artículo vamos a tratar sobre qué hay de verdad en esos mitos sobre la impotencia, en hasta qué punto debemos dejar que nuestro problema afecte a nuestra autoestima, de cómo no podemos permitir ahondarnos más en nuestro problema por leyendas urbanas, mitos, que no tienen nada de real.
Veamos qué hay de cierto en esos
Falsos Mitos sobre la Impotencia
1. El hombre impotente es menos viril.
El macho con impotencia es menos macho.
Primero debemos definir qué es la virilidad, debemos entender que un hombre es hombre no solo por el hecho de satisfacer sexualmente a su pareja sino por otros muchos rasgos. Sí, no seamos prehistóricos, nuestras parejas nos eligieron (o nos elegirán) no por nuestra manera de satisfacerlas en la cama sino por otras cualidades como el nivel de protección, el nivel de confianza, el compañerismo, etc.
Es cierto que con nuestro problema de disfunción eréctil tenemos más problemas a la hora de satisfacer sexualmente a nuestra pareja – destacamos; más problemas, lo que no indica que no podemos hacerlo, para eso está la imaginación y buscar métodos alternativos en tanto en cuanto superamos nuestra crisis -, pero eso no nos hace menos viriles. La virilidad la demostraremos cuando haya problemas serios y un hombre tenga que demostrar que lo es.
2. La impotencia es un problema asociado a la edad.
¿Ser mayor es igual a padecer impotencia?, la respuesta es definitivamente NO.
Es cierto que con la edad todo nuestro cuerpo se ralentiza, nuestro metabolismo es más lento, nuestros reflejos decaen, nuestro cuerpo se hace más sensible a los cambios, etc. Es innegable que esta ralentización afecta a todos nuestros sistemas y, al sistema sexual, también: con la edad necesitaremos mayores periodos de excitación, nos haremos más “cómodos”, etc. Pero esto no quiere decir que tengamos impotencia, solo que – como en el resto de cosas – deberemos amoldarnos a nuestra nueva realidad.
Existen multitud de ejemplos de personas de avanzada edad que nunca han tenido problemas de impotencia, aunque eso sí; debemos ser conscientes que maltratar nuestro cuerpo, con una mala dienta, alcohol, tabaco, drogas, etc. Nos va a pasar una factura mucho más cara que cuando éramos jóvenes, una factura que puede afectar a nuestro miembro.
3. El hombre impotente no tiene interés sexual
Este falso mito provoca más quebraderos de cabeza de los que aparentemente debiera.
No son pocos los hombres que padecen de impotencia y, sin embargo, no pierden el apetito, el interés sexual, esto les crea un conflicto pues consideran que existe una relación causa efecto que en realidad no existe: hay hombres que no tienen interés sexual y no tienen problemas de erección y hombres con problemas de impotencia que mantienen un gran apetito sexual.
En el caso concreto de esta bitácora, la impotencia psicológica, estos dos temas sí suelen estar más relacionados, pero no como podría pensarse de que es la falta de interés sexual el desencadenante de nuestra impotencia sino al contrario, nuestra impotencia nos genera un miedo interno del que podemos protegernos bajando nuestro interés sexual.
4. La impotencia es fruto del desuso.
Tengo problemas de impotencia por no haber practicado. Esta es uno de los mitos más extendidos que existen, ni practicar mucho sexo va a hacer que estemos libres de sufrir impotencia, ni los largos periodos de abstinencia van a desencadenarla.
En el caso concreto de la impotencia psicológica, lo que sí ocurre es que el distanciar nuestras relaciones no contribuye a resolver el problema ni el forzar encuentros - condenados al fracaso – van a mejorarnos sino todo lo contrario.
5. La masturbación produce impotencia.
Un mito tan falso como el que reza que si te masturbas se te cae el miembro a trozos.
Masturbarse no sólo no produce impotencia sino que es un método que se utiliza como terapia de apoyo en la superación de algunos tipos de impotencia.
La masturbación no produce impotencia, aunque sí puede producirla los complejos de culpabilidad o vergüenza ante la pareja. Estos sentimientos pueden estar generando un conflicto en nuestra mente que sea el detonante de nuestra disfunción eréctil.
6. Impotencia y eyaculación precoz están relacionados.
Como ya vimos en nuestro artículo sobre la eyaculación precoz, esta es un problema sexual de una esfera distinta al de la impotencia.
Una persona puede padecer cualquiera de los dos trastornos de manera independiente sin que el tener uno haga que se produzca el otro o los dos simultáneamente.
7. Si tienes un pene pequeño es más probable que tengas impotencia.
Está más de demostrado que no hace falta tener un tamaño de pene grande para satisfacer a la pareja. Además del miembro, en una relación que resulte satisfactoria para la pareja, tendremos que ser capaces de crear el clima, el entorno, la atmósfera, el movimiento y un conjunto de cosas que lleve a nuestra pareja a un éxtasis sexual. Un éxtasis que sólo con un miembro grande nunca vamos a conseguir.
En el caso de las personas que tenemos un miembro pequeño, esta creencia de que no podemos satisfacer a la pareja, sí puede conducirnos a una impotencia psicológica motivada no por el tamaño de nuestro miembro sino por nuestra inseguridad de poder satisfacer.
8. El hombre sano se levanta empalmado.
En realidad esta afirmación es totalmente falsa. La erección matutina no está tan relacionada con la salud sexual como con la calidad del sueño. El no levantarnos con el miembro armado no significa que no tengamos una buena salud sexual, puede ser simplemente que no durmamos bien.
9. La impotencia hace que mi pareja no me desee.
Como hemos dicho antes, impotencia y deseo no están relacionados en una persona, mucho menos tu impotencia con el deseo de tu pareja.
El problema que sí puede darse es cuando no sabemos manejar este trastorno y cómo nos afecta a nosotros y a nuestra relación y, de esta falta de comunicación y entendimiento, es del que pueden derivarse los problemas de interés por parte de nuestra pareja.
Por ese motivo es necesario que nuestro problema de impotencia sea algo compartido, no obsesivo, algo en lo que contar con nuestra pareja para poner solución.
10. La diabetes produce impotencia.
La diabetes es un problema de regulación de insulina y esta sustancia no bien controlada puede provocar alteraciones en los vasos sanguíneos y en los nervios que tienen una implicación directa en nuestro desempeño sexual.
La diabetes es, por tanto, una enfermedad que debe estar bajo control pues si puede ser la causante de nuestra disfunción (una impotencia física, no psicológica). Aun así, ser diabético no implica tener impotencia, con un control adecuado se puede tener diabetes y una vida sexual totalmente satisfactoria.
11. Las pastillas azules son la solución.
Las pastillas azules son el gran engaño de nuestro sistema farmacéutico actual. No estamos diciendo que estos fármacos no hayan contribuido a mejorar la calidad de vida de muchos de las personas que padecen de disfunción eréctil por causad físicas.
Estas pastillas se fundamentan en conseguir un aumento del riego sanguíneo en nuestro miembro en respuesta a una estimulación, son por tanto una solución cuando tenemos un problema de comunicación pero, con el precio, de un conjunto importante de contraindicaciones.
En el caso de la impotencia psicológica esta comunicación se ha interrumpido no por problemas en el cable sino porque el emisor no está por la labor. En estas circunstancias, el recurso de las pastillas puede resultar incluso contraproducente, pues aumenta nuestra inseguridad y afianza nuestra creencia de que no podemos prescindir de ellas, nos hace dependientes. Dependientes de unas sustancias químicas que pueden poner en peligro nuestra salud en general.
Hemos intentado desmitificar la impotencia, en concreto la impotencia psicológica. Sabemos que la disfunción eréctil está afectando mucho tu calidad de vida y tu autoestima pero no eres menos hombre de lo que eras antes, no tienes la culpa de lo que te está ocurriendo y tu relación no corre peligro por tu problema sexual, aunque no por ello es un problema del que debas desentenderte.